No yo.
No
estoy segura de cuándo pasó, o de cuándo lo dejé pasar. Pero mejor, permíteme
contarte una historia, una que quizás te suene familiar.
Bastaría decir que si esto último fuese acertado, entonces parte de mi se
sentiría menos patética. Pero la simple opción de que no te sientas receptor de
mis palabras, me ponen en esta posición de estupidez y tal vez incluso de
alivio.
Entonces estaba diciéndote que no sé muy bien cómo, cuándo, ni dónde.
Poner
fechas es tan importante hoy en día, pero yo simplemente no puedo precisarlo.
Llámalo despiste o como mejor te suene, al caso ya me parece irrelevante.
Sabes
de la gran mayoría de mis manías, incluso apostaría que las conoces mejor que
yo misma. Pues miras y observas, analizas y juzgas con una precisión que a veces
asusta. Un rasgo que hasta me despierta algo de envidia, envidia sana si sirve
de algo la aclaración.
Así
que una vez casi sin que nadie lo notara, te volviste indispensable. En
realidad nadie lo notó, pero ¿qué importa el resto? A veces importa cuando no
se les puede explicar lo que eres y representas. Porque es imposible hablar de
ti y hacerte justicia.
¡Pero
oye! No malinterpretes las cosas, esto no es una confesión de amor, no es una
confesión de nada. Solo palabras, porque eso eres y siempre serás.
Hoy te invento de una forma radical, hoy te hago aquello por lo que el mundo
suspiraría anhelante.
¿De qué
color serán tus ojos? ¿Tu cabello? ¿Tu piel? ¿Te portarás amable? ¿Te
importaría no serlo?
Te
amarían a pesar de todo, tanto como yo te empiezo a adorar. Serías inevitable ¡Qué
digo! Serías insaciable, intocable, serías... Y eso ya sería suficiente para
cualquiera.
Me
tiemblan las manos con solo pensarte, los dedos se me crispan suplicando algún
sitio en donde plasmarte. Desbordas de mi mente, te cuelas en mis sueños, te
vuelves primordial.
Así de
mucho significas. ¡Y no! No tengo idea cuándo ocurrió esto, ni tampoco cuándo
te volviste más importante que mi propia vida. Darle forma a la tuya, le
ha conferido un nuevo sentido a mi existencia. De hecho le ha dado el sentido
que hasta el momento veía nublado y sin un destino aparente.
Adoro
tu inteligencia, tu perspicacia y tus mil formas de salir bien parado en una
discusión. Podría pasar lo que me restara de horas en este mundo, simplemente
contando tus anécdotas.
¿Patético?
Por supuesto, ya no me cabe dudas de ello, pero así lo prefiero. Y no me taches
de egocéntrica, pues es lo hermoso de lo nuestro. Tú eres único, tú te
inventas en cada letra, tú naces, tú vives y tú nunca mueres. Tú no eres
yo, tú eres lo que el mundo quiera que seas. Pero eres mío, eternamente mío.
Mi
personaje, mi hijo, mi creación...pero nunca yo.