viernes, 5 de julio de 2013

Odio

Mmmm nada, soy disfuncional y escribo muchas cosas raras... aquí un ejemplo xD

______________________________
Tiempo, bastante tiempo ha pasado en que no me encontraba tan distraída de todo, abstraída, distante… no lo sé, ¿importa acaso?
Lo peor.
Lo peor es que lo ves, pero no lo notas o lo notas pero no te interesa. ¿Por qué habría de interesarte? Me ha quedado claro el lugar que ocupo en tu vida y éste es insignificante, cuando mucho se puede llamar lugar. Alguien con mayor tino le diría esquina y estaría siendo justo; esquina, espacio, pequeño trecho al que nadie quiere acercarse.
¿Me coloqué allí? ¿Me colocaste?
Ya no recuerdo en qué punto del camino, tú comenzaste a empujarme. No haciéndome a un lado, si no poniéndome atrás. Eso es mucho peor, quedarse atrás es como ser aquello que no va a volverse a repetir, ese “error” del pasado que con vehemencia se quiere olvidar. Esa cosa que uno apunta en su mente, como el tropiezo estúpido de andar con los ojos cegados.
Me conformaría saber que fui al menos algo que le dio forma a tu negación, vaya, no lo sé. Espero creer que allí radica todo ese desamor, tu odio, tu necesidad tan arraigada de “tú” y nada de yo.
Pero, ¿por qué justifico mis propios pensamientos? Me gustaría una vez en la vida, decir que estoy orgullosa de lo que creo y mantenerlo.
Cobardía.
Eso es lo siento, no temo odiarte… pero prefiero hacerlo en silencio. Hasta allí llega mi entendimiento, no sé por qué no hacerlo por completo. ¿Qué pierdes cuando todo está perdido? ¿Qué cambiaría si te digo que te odio? ¿Me odiarías acaso más? ¿Es esto una rencilla para ver quién lo soporta por más tiempo?
Sabes que me doy por vencida con facilidad, creo que me adivinaste al primer intento en que quisiste conocerme un poco. Y seguramente fue algo sin verdadera intención, se dio y me atrapaste.
No soy buena pretendiendo, pero pretender que te soporto parece un acto grabado a piedra en mi rostro. El número central de una escena que tú y yo llevamos largo tiempo interpretando. Entonces, ¿para qué variar? Espero que mueras sufriendo, espero que te duela el más allá y… no lo espero también.
Porque es extraño.
Extraño ese maldito modo de amar, donde me odias sin medidas y me admiras en soledad. Esperas algo de mí que ya no sé si pueda lograr, quizás no quiera… quizás.

Entonces aguardemos por ese momento en que nos miremos rendidas de tanto luchar. En donde por fin admitamos que esta guerra, la gana la primera que aprenda a perdonar. Pero ten cuidado que tal vez me canse antes de lo pensado y acabe definitivamente, con este único “bien” que me has heredado.   

Inicio

Texto escrito un sábado por la noche... donde salen las cosas más locas.

________________________________
Inicio.

Inicialmente tenemos que mostrarnos indiferentes, ya sabes porque es mejor que no se diga mucho desde el principio. Supongo que es un temor que la mayoría puede compartir; gastar todo el buen material antes de llegar a lo interesante es un problema muy común hoy en día.
Bueno, inicialmente eso hasta suena coherente.
Ya pasado un tiempo, puedes ponerte más profundo en ciertas cuestiones. Pero no desde el comienzo. El comienzo debe ser pulcro, no tiene que ser muy cargado y sobre todo no debe aburrir.
No sé tú, pero yo me aburro con facilidad. No, no, decir que me aburro sería subestimar aquello, lo que a mí me pasa es más falta de atención que aburrimiento. O sea en la escuela también me faltaba la atención con frecuencia, aunque los profesores me preguntaran: ¿La estoy aburriendo?—cosa que sonaba plausible—la triste realidad es que no lograba prestarles atención.
Pero me vale, ¿qué importa eso ahora? La escuela ya quedó bastante atrás, también ese inicio para el caso. Tengo recuerdos vagos de lo que era iniciar un nuevo año escolar, la verdad, la verdad no me fastidiaban tanto como se esperaría en un niño. No me malinterpretes, la escuela no me gustaba, tampoco me gustaba levantarme temprano. Pero una vez más, eso no importa en lo absoluto.
El tema de esto era hablar de los inicios, ¿recuerdas? Inicié con un “inicialmente” eso da a entender que voy a desarrollar una idea al respecto de eso. Y ese es el plan, pero si estás de impaciente entonces lárgate. Yo no voy a hacer las cosas a tu modo, me gusta divagar.
Entonces decía que inicialmente las cosas deben tomarse con calma, para no aburrir, para no abrumar, para no… ¡Espera! ¿Cómo diantres aburres a alguien y al mismo tiempo lo abrumas? O sea las palabras no son compatibles en sí mismas, no puedes aburrir a alguien si lo estas abrumando. Lo estas llenando de información y yo considero que una buena forma de no aburrir, es hablando. Pero entonces lo estas abrumando y lo abrumas aburriéndolo. Porque si la conversación es aburrida, no importa cuanta información pongas seguirá siendo del mismo modo.
Lo mejor sería callar, pero si te callas la otra persona antes abrumada comenzara a aburrirse. O peor aún, pensara que él te esta aburriendo a ti.
No habla, ¿por qué no me habla? ¿habré dicho algo malo? ¿tendré mal aliento? ¿apagué la estufa antes de salir de casa?
Vale, quizás esa última no tanto. Aunque uno no suele controlar la dirección de las divagaciones. Como la típica de la estufa o la de la plancha, también está esa de si le eché llave a la puerta.
Esas son divagaciones que interrumpen en la mejor parte de un buen pensamiento, el ejemplo está más que obvio. Ya puedes ver que aquí parece que estoy pensando y al mismo tiempo estoy nombrando todas esas ideas, porque muy en lo profundo de mi subconsciente estoy a nada de salir a checar la puerta.  
Puedes estar tranquilo, la cerré.

Y volviendo al punto inicial del inicio, en donde hablaba de tomarse las cosas con calma. Puedes notar que tomarse las cosas con calma tiene su recompensa, has llegado a este punto de la lectura esperando mi explicación. ¿Eso qué dice de ti? Dice que eres alguien que sabe disfrutar de los inicios, dice que eres alguien que respeta los ritmos de los demás. ¿Y sabes qué dice también?
Dice que no eres muy listo, porque has desperdiciado no sé cuantos minutos en intentar obtener algo de mí. Y ya ves, no te he dicho absolutamente nada. Se nota que te gusta perder el tiempo, lamento haber jugado contigo. Pero es que inicialmente ese era el plan y si terminas mandándome al diablo, ¿sabes qué dice eso de ti? Que no tienes ni puto sentido del humor, pero ¿sabes qué dice de mí? Que realmente debería encontrar cosas mejores que hacer un sábado en la noche.

El Paraíso.

Este es de mis textos perturbados que salen de tanto en tanto... xDD

__________________________
El paraíso.

¡No llores! ¿Acaso eso te sirvió las veces anteriores?
¡Soporta! Lo sé y lo sabes, mientras menos lo pienses más rápido se acabara.
Cierra los ojos, cierra la boca, cierra… ¡maldición cierra todo! ¿Puedes cerrar el alma? ¿Esa parte se bloquea de alguna forma?
Sé que la mente puede bloquearse con algún método de concentración, lo hemos visto en la televisión, ¿recuerdas? Había hombres que podían secar ropa con el calor de su cuerpo, sólo debían concentrarse en hacerlo. Si ellos pudieron, ¿por qué tú no? Debes abstraer tu mente, separarla de tu cuerpo o algo por el estilo. No recuerdo muy bien como iba la cosa, pero tú seguramente sí. Deberías haberle puesto atención, sabiendo que algo así podría serte útil en un momento como este. Es decir, tu vida de mierda debe haberte dejado mínimamente una lección. Tú mejor que nadie sabes que esto se repite en todas las ocasiones, a veces no con tanta fuerza, a veces con más fuerza de la que estás dispuesta  a soportar.
Aunque eres bien débil, no soportas mucho, si es que te interesa saberlo. He visto otras que no lloriquean tanto como tú, que saben manejar los métodos de concentración. Bien, bien… no es tu culpa, voy a concederte eso. Digamos que fue culpa de la situación, es genial siempre poder culpar a la situación.
La situación me llevó a este lugar, la situación me dejó sin dinero, la situación me convirtió en un desecho de la sociedad. La situación, la situación, la situación. ¿Por qué no? Quizás tengas razón en eso.
A mí la situación me ha llevado por lugares bastante inhóspitos. El simple hecho de que tú estés aquí y yo mirándote lo dice todo. Mi situación sin duda alguna, ha sido mejor que la tuya. No creas que no la tuve difícil, no pienses que un día abrí los ojos y decidí ser lo que soy. Supongo que en tu caso es lo mismo, digo no todos piensan arruinar su vida y caer lo más bajo posible. Dudo que uno siendo pequeño se ponga esa clase de metas. Quizás un niño bastante perturbado, pero incluso entonces buscaría ser policía a ser lo que tú eres.
¡Espera! No me estoy riendo de ti, no te estoy desmereciendo. Pienso que hay que tener agallas para ser tú, y quizás tener baja autoestima.
Sí, sin duda tener baja autoestima debe ser una condición. Las personas que se quieren a sí mismas, no se andan por estos lugares ¿verdad?
¿Qué tú te quieres? ¿En serio? ¡No lo habría creído!
En verdad, esto me deja anonadado. Digo, sí eres muy bonita, nadie dudaría eso. Pero de ahí a quererte, puf hay un gran trecho.
Insisto, no me estoy riendo de ti. Aunque no niegues que la idea es mortalmente hilarante, mírate donde estás, ahora mírame a mí. ¿Notas la diferencia? ¿Ves quién está en la cima y quién en la ruina? Claro, por supuesto que lo ves. No eres tonta, esa es una de tus cualidades más interesantes. Contigo se puede discutir mientras… ¡Wou! ¡Quieta!
Eso no era necesario, realmente no te comprendo. Querías esto, me lo rogaste. ¿No me lo rogaste? Mierda, quizás escuché una conversación diferente o quizás simplemente no tenía ganas de escucharte. Digo, ¿por qué iba a escucharte? ¿qué diablos podrías decirme de importante? ¡Tú! La mujer que se quiere.
Vaya, creo que nunca me había divertido tanto como hoy. Mira que me sales con cada cosa, que hasta me has dado ganas de…
No me hagas mucho caso, a eso llegaremos en breve. Ahora estoy pensando en la otra cuestión… ¿me lo pediste o no? Ya no lo recuerdo. Bien, quizás yo te lo pedí a ti, eso tiene mayor sentido ¿no?  
Es que cuando te vi, no pude evitar acercarme. Me fascinaron tus ojos, ¿qué pensabas que iba a decir? Soy un poco romántico, puedo decirte que tus ojos son cautivadores. No que tu escote no haya captado mi atención, para ser sincero eso ocurrió exactamente dos segundos después de que viera tus ojos. Pero puedes estar segura de que los vi y me impactaron. Luego vi tus pechos y… madre eso me dejaron medio turbado. Ni hablar del resto de tu cuerpo, eres esculturalmente hermosa. En ese caso comprendo que te quieras, pero no sé si tu querer es apropiado.
Digo, si te quisieras realmente no me habrías aceptado ¿verdad? No me habrías llevado a tu cuarto y ciertamente no te me habrías entregado de la forma en que lo hiciste. No era necesario que me desplegaras ninguno de tus encantos, es más si te quedabas con toda la ropa puesta, aun así te habría adorado. No es lo que haces con tus labios, ni siquiera las maravillas que escondes entre tus piernas lo que me tiene así.
Creo que comprendo mejor la situación, sí, tu situación. Veo porque haces esto, lo veo ahora que estoy a tu lado. Tu cuerpo no fue hecho para estar oculto o restringido a un solo hombre, en serio lo entiendo. Debes compartir tu belleza con el resto de los mortales, cada centímetro de tu piel fue hecho para recibir caricias. Puedo asegurar que este fue tu propósito al haber nacido, eres la encargada de darle un poco de sentido a la vida insulsa de quien se detiene en tu sector.  Lo que haces, lo que das, lo que recibes. Oh, mi Dios… y solo por un módico precio uno consigue la llave a tu cielo. Y lo único que tienes que hacer es a abrirte a cada visitante, bastante simple tu labor.  
¿Qué? ¿No te gusta la palabra abrirte? No me tomes el pelo, si es exactamente eso lo que haces. Muy al estilo de las putas de los callejones, llevas la falda corta y nada debajo. Cuestión de hacer el negocio rápido y de ser posible en el mismo lugar. Trasportarse con un individuo requiere un cargo extra, aunque bastante justo a mi parecer.  
Imagínate que no hicieras esto, imagínate que no te hubiese encontrado en aquella esquina, que no hubiese detenido mi carro y que no hubiese visto esos ojos. ¿Puedes imaginarlo? Yo no, maldición sería horrible. No podría probarte, ni degustarte a mis anchas. Peor aún, no tendría mi bocado de paraíso.
¿Podrías por favor quedarte quieta? Estoy intentando algo aquí y si no quieres salir lastimada, lo mejor sería que no te agitaras como un pez lejos de su pecera. Eres encantadora, ahí toda indefensa, tratando de escapar de mí. Lo haces mucho más interesante ¿sabes? Mientras más hullas de mí, más ganas me darán de atraparte. Este es el juego, tú tienes el rol de esclava y entre tus deberes se encuentra el adorarme, respetarme y por sobre todas las cosas: ¡No contradecirme!
¡No llores! ¿Acaso eso te sirvió las veces anteriores? Ya estuvimos en este lugar, ya sabes lo que quiero de ti. Ah… ¿qué no eras tú? Vaya, yo y mi maldita memoria. Por supuesto que no eras tú, porque todas ustedes son distintas, aunque para mí eres tan putamente hermosa como la anterior. Sí, dije putamente, como que la palabra pega a la perfección ¿cierto?
¡Basta de charlas! Y córtala con las lágrimas de una condenada vez, deja de pedirme por favor. Eso jamás funciona, te lo aseguro.
“¡Por favor detente! ¡Por favor no puedo respirar! ¡Por favor, por favor…!” Y luego se quejan, cuando digo que son todas iguales.

¡He dicho que no llores! Pues debes saber que eso tampoco les sirvió a las anteriores. Nadie va a venir en tu rescate, a nadie le importa un bledo si estás o no estás. Siempre aparece una nueva para ocupar la báncate, así que por eso no te tienes que preocupar.
Además recuerda que he pagado por la noche completa y hoy mi dulce muñeca, puedo prometerte con honestidad que no seré el único en alcanzar el paraíso.   



Hablando de ti.

Bueno para no dejar esto sin actualizar por tanto rato y como últimamente no estoy leyendo nada a causa de mis ojos quejumbrosos, voy a dejar algunos textos cortos míos para el que tenga ganas de leer. Acá va el primero, espero les guste.
_________________________________________
Hey, tú ¿me escuchas ahí?
Espero no estar importunando, solo quería dirigirte algunas palabras. Me dijeron que en las conversaciones siempre echo las cosas a perder, así que opté por un monólogo.
No sé exactamente como empezar, por lo que pienso disculparme de antemano. Sí, ya sé… la siempre indecisa de tu amiga. Confío en que esta muestra de vacilación, te confirme que a pesar de los años sigo siendo la misma. Un poco menos torpe y quizás un poco más “adulta”, pero exactamente la misma. Aburrida, sínica, irónica y a pesar de toda esa mierda, la chica optimista que conociste en la escuela primaria. Por supuesto que con su optimismo bien escondido, un optimismo que podría tacharse de falta de interés si no se lo viera con detenimiento.
Vaya, parece hace tanto tiempo. Teníamos, ¿cuántos? ¿nueve, diez años? El tiempo sí que pasa volando, más cuando te apartas para echarle una mirada analítica.
Todavía me acuerdo la primera vez que te vi y la primera vez que te mandé al diablo, no habría que hacer distinciones, puesto que ambas primeras veces fueron las mismas. Fui un poco osca contigo, lo fui con todos. Eso de estar en una escuela nueva con treinta y cinco desconocidos que fingían amistad, me chocaba. Ya lo sabes, soy bastante antisocial y tú para nada. Eras demasiado social y por eso te detestaba, por eso ponía una barrera entre nosotros siempre que me tocaba alguna actividad contigo. Eras tan despreciablemente amable, que me cosquillaba la mano siempre que te veía. Vas a pensar que es estúpido, pero siempre quería borrarte de una bofetada esa sonrisa de mierda que tenías.
Si en ese entonces hubiese sabido lo que se escondía tras esa sonrisa, realmente me habría replanteado eso de golpearte. Vaya, si hubiese sabido todo lo que tenías para contarme cuando te acercabas a mí, realmente me habría quedado esperándote. Pero no lo sabía, en ese entonces me parecías un niño de diez años que disfrutaba siendo quien era.
Nadie dudaría de eso, la actuación se te daba tan bien y a tan corta edad que aún me sorprende. Pero quizás, quizás y no se te daba tan bien como en ese tiempo me figuraba.
Todavía está muy viva en mi cabeza aquella ocasión que en educación física, los demás niños te atacaron a golpes fuertes con todas las pelotas del equipo de Handball. No había entendido la razón, pero te recuerdo sentado en el borde de la acera un rato más tarde, sosteniendo tu cabeza entre tus manos. A ti como a mí, nadie nos iba a recoger cuando terminaba el día de escuela. Siempre esperábamos el bus juntos y yo pasaba de ti, como si fueses una insignificante partícula en mi espectacular mundo privado. Privado de partículas felices, como lo eras tú por supuesto.
Pero aquella vez, bueno me fue imposible no mirarte y sentir una bienvenida dosis de alegría. Finalmente te sentías miserable y yo me regodeaba en tu miseria, pensaba que el niño feliz había mordido el polvo del modo más literal existente.
Cuando me atrapaste mirándote y tus ojos verdes se fijaron en los míos, vi una parte de ti que me desarmó. Y me hiciste sentir tan mal con mis anteriores pensamientos, al punto que quise disculparme solo por haberlos tenido. Solo por haber disfrutado el show que montaron los otros niños a costas tuyas. Te sangraba la nariz y tenías el ojo izquierdo levemente hinchado, ellos no habían tenido consideraciones. Te habían golpeado con todas sus fuerzas y se habían desquitado por motivos que me eran ajenos, pero que aun así me fastidiaban.
Vivías a dos cuadras de mi casa y nunca antes habíamos hablado, a excepción de esos primeros días de clases en los cuales quisiste acercarte a mí. Aquella tarde te acompañé hasta la puerta de tu hogar, no sin antes asegurarme que estarías bien. Fuiste escueto en tus respuestas y no me sonreíste, fue la primera vez que me mostraste al verdadero tú. Y me agradó.
Desde ese día me encargué de que siempre fuéramos y regresáramos juntos, siempre riendo, contándonos estupideces y jactándonos de nuestra inteligencia. Te volviste en un abrir y cerrar de ojos una parte vital de mi mundo, de mi día a día. Me gustaba llevarte de acá para allá, presumirte a todo el que me preguntara. Porque eras mi amigo, súper inteligente, súper guapo y súper en todos los sentidos que alcanzaba esa palabra.

Era tan molesto cuando alguien te tomaba como objeto de burla, yo me repetía que era envidia. Porque nadie podía llegar a ser ni la mitad de lo que tú eras. Cuando oía a alguien murmurar cosas de tu persona, rápidamente me les plantaba enfrente y los instaba a repetirlo. Supongo que mi aire de chica mala y oscura, ayudaba a que esos idiotas se tragaran sus palabras. Pronto los dos comenzamos a tener apodos, apodos que me fastidiaban sobremanera. Tú solo te reías y me decías que los ignorara. Pero no podía y cada vez que me proponía hacerlos tragarse sus palabras, solo reforzaba las estupideces que decían de mí. Mi poco compromiso hacia mí misma, mi propio desinterés hacia los chicos solo le daban más material para burlarse.
Pero a ti te daba lo mismo, me querías como era y yo a ti. Era esa clase de amor incondicional que se encuentra pocas veces en la vida. Y conforme los años iban pasando, parecía que nuestro vínculo se hacía más y más estrecho.
En aquellos tiempos no te lo dije, pero jamás habría terminado la escuela secundaria de no ser por ti. Tenía amigas, claro, porque tú me las presentabas. Eran amigas tuyas y por defecto, se volvían cercanas a mí. Me divertía escucharlas especular acerca de nosotros, nadie creía que una amistad tan larga solo fuese amistad. Pero lo era, a pesar de todas esas personas que juraban y perjuraban que salíamos juntos, nosotros sabíamos la verdad.
Sabíamos que yo era la persona que llevabas a tu casa, la que le presentabas a esos pocos amigos hombres que te fuiste granjeando con el tiempo, era esa que te proporcionaba una buena excusa.
Como si estuvieras haciendo caridad, habías logrado ablandar la indomable actitud de la chica antisocial. Mierda, hasta parecías un caballero en tu brillante armadura.
Si ellos supieran…

Pero no lo dudes, sí fuiste mi caballero. Nunca me había sentido más querida que contigo a mi lado. Por eso sufría siempre que alguien te notaba diferente, por eso volvía a enfundarme en mi traje de protectora y gritaba a quien se sea: que tú eras tan normal como cualquiera.
Te hacía tanto daño entonces, era tan hipócrita. Tratando de defenderte de algo que no querías que te defendieran, de algo que no debía ser un símbolo de vergüenza. Pero ocultándote, te lastimaba más yo que esos idiotas descerebrados. ¿Me disculpas por eso?
Era una adolescente, mi sentido de lo bueno y lo malo estaba más apegado a lo que me decían mis padres, la sociedad o no sé… lo que aprendía de segunda mano. Jamás me detuve en serio a pensar si lo que tú representabas para mí, era bueno o malo. Porque si lo hacía, entonces tendría que haberlo detenido todo para decirte que te comportaras como lo que se esperaba que fueras.
Maldición, ¿qué tan obtuso se puede ser en una sola vida?
Pero es que te quería tanto, mi deseo era que fueses siempre el chico alegre. Se me desmigajaba el corazón las veces que te encontraba en alguna esquina oculta de ojos maliciosos. Llorabas en silencio, te retorcías con las dolencias de cargar tus oscuros tormentos. Y cuando me veías allí esperándote, te limpiabas las lágrimas, me sonreías y me decías que todo iba a estar bien.
¿Pero cómo podía ser eso cierto? Mientras más grandes nos hacíamos, más nos hundíamos en nuestras propias mentiras. Todo se volvía difícil de ocultar, la gente ya no podía ignorar tu porte o tus extravagantes maneras de hablar. A pocos se le pasaba por alto el hecho de que combinaras tus ropas incluso mejor que yo, pero nos manteníamos firmes.
“Él es más hombre que cualquiera de todos ustedes juntos”
Era mi frase predilecta, la había soltado con tanta frecuencia que hasta hubo un tiempo en que me la creí.
A veces tenía el efecto de aplacar las críticas y las burlas, a veces solo las incrementaba.

Teníamos diecisiete años, me habías confesado que te gustaba un chico del otro curso. Estabas casi seguro que te correspondería, habían hablado en varias ocasiones y parecía tener el mismo interés que tú tenías. La decisión estaba tomada, pensabas desplegar tu estrategia un día jueves después de educación física. Clase que por descontado, todos los chicos de mismo curso compartían.
Ese día yo no tenía clase hasta tarde, pero me había ido a lo de mi amiga para poder esperarte. Ya sabes, la promesa de regresar siempre juntos estaba vigente. Así que te esperé por largo rato sentada en la puerta del club, poco a poco los chicos fueron saliendo. Algunos riendo, otro conversando casualmente, casi ninguno dirigiéndome la mirada.
Pasaron diez minutos luego de verlo salir a él con sus demás compañeros, no había señales de ti. Mi paciencia estaba colmada y solo quería ir a los vestidores, para arrastrarte ya sea que aún estuvieses desnudo. Pero tenía más sensatez que eso, por lo que seguí esperando.
Media hora en la que no pasó mucho más de nada, tomé la decisión de entrar en el club, directo a los vestidores de los chicos. Te encontré. Estabas acurrucado junto a uno de los casilleros, lágrimas gruesas surcaban caminos en tus magulladas mejillas. Tus ojos verdes perdidos tras un velo de sangre y dolor, tus manos temblorosas, tu cabeza con cortes en distintas partes. Me arrodillé a tu lado, para tomarte entre mis brazos. Estabas frágil, jamás en mi vida había esperado verte de ese modo. Eras un ovillo de perdición, eras el mismo niño de diez años que en la parada del bus se ganó mi corazón.
Llevabas tu camiseta blanca para hacer gimnasia, toda manchada con sangre y en la parte frontal tenías escritas palabras con las que siempre habían buscado humillarte. Sentía tanta rabia, quería saltar en mis dos pies y degollar a todos esos hijos de puta. Pero no me dejaste, me diste tu sonrisa afable a pesar del dolor que inundaba tus ojos con ese simple gesto, me dijiste que todo estaría bien.
Ambos sabíamos que no lo iba a estar, ambos sabíamos que esto no lo íbamos a poder ocultar. Que tus padres preguntarían, que la malicia de los chicos se extendería. Y que en contados días sería de dominio público tu condición.
“Me importa un bledo” te dije. Porque estaba decidida a pararme a tu lado sea como fuese, estaba lista para soportar las bofetadas que llegarían desde todos los ángulos.

Sí que pasamos muchas cosas juntos, ¿cierto? Cuando pienso en cada segundo, cada instante, cada sonrisa secreta que compartíamos. No lo sé, todavía tienes el efecto de hacerme sonreír como idiota. Eres contagioso, ¿lo sabes? Claro que sí, te lo dije ciento de veces.
Por eso aquí estoy, porque creo que debes recordar nuestra promesa. Porque sabes que esperaré el tiempo que sea necesario, para que vayamos a casa juntos.
Dime entonces, ¿me escuchas ahí? ¿te encuentras feliz? ¿sigues sonriendo de esa forma tan cursi? ¿ya encontraste a tu hombre ideal? Es igual al que yo quería, ¿cierto? Siempre dijiste que me robarías a mi novio, sin importar sus inclinaciones sexuales. Dudo mucho que pudieras, mi hombre ideal tenía que amarme sino dejaría de ser ideal. Pero, ¿sabes? Estoy dispuesta a cedértelo, si eso te ayuda a borrar esa nota de amargura en tu rostro.
Vamos, amigo mío, regálame una sonrisa. Róbame el corazón como hace tantos años, prométeme que tendrás un futuro esplendido a pesar de mí. No seas cobarde no necesitas que te siga protegiendo, lo harás muy bien confío en eso.
Ahora descansa, sigue durmiendo. Cuando despiertes sabrás de lo ocurrido, fue algo que estuvo más allá de mi control, espero lo comprendas. Sentí la necesidad de decirte adiós, sentí el anhelo de un último abrazo.
Recuerda cariño que te estaré esperando, tómate todo el tiempo del mundo que no me iré a ningún lado. Prometo permanecer muy cerca, para que cuando tu destino te reclame finalmente, yo sea esa que te guíe de la mano.